UNA TRISTEZA

Tengo una tristeza de cien años
estática, larga.
Una tristeza experta,
contundente,
congelada en mi pecho
con un frío de cien polonortes.
Sólo estamos ella y yo, adentro de mí,
sentadas en el sillón,
paralizadas

esperando quién sabe qué

Hasta que suena el teléfono
Ella se levanta, pesada,
arrastrando los pies
y contesta con su voz temblona de cien,
de doscientos años,
...que no insista en llamarnos más
que no hay nadie
que todos huyeron
hasta los fantasmas...

Y vuelve al sillón
sin una lágrima,
y me dice que ya pasó,
que ahora sólo falto yo
y entonces todos los fantasmas,
verdaderamente,
habrán huido.

DR© Luza Alvarado

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