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Mostrando las entradas de abril, 2008

PRESENCIA

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Fui a mi terapia de los martes con la Maga Luisa y le conté que ayer tuve una pesadilla en la que una sombra de mujer africana venía a recostarse sobre mí, pero no sentía el peso de su cuerpo, sólo una capa delgada y dura, como una costra pegada a la piel. Dicen por ahí que a uno "se le sube el muerto". He escuchado toda clase de interpretaciones y las "científicas" me parecen las menos convincentes. Pero viniendo de mi terapeuta... Según Maga Luisa, en mi casa hay una presencia y yo tengo que ordenarle que se vaya. Pero no es tan chocarrero como se oye: esa presencia, dice también Maga Luisa, es energía que está "atorada" en las paredes de mi cuarto. Si entendí bien, puede ser mi propio cansancio que no logra diluirse y cuando duerma bien, cuando me calme y deje de tenerle miedo al miedo, se irá como la comezón que desaparece después de un estornudo. Si no, entonces tengo que pedirle a la fuerza que me cuida que interceda para que yo pueda dormir y vivir

UN SEGUNDO

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Foto: Memo Vázquez Esta tarde, tumbada en el sillón, esperando que la noche entrara de una vez por la ventana, me descubrí hecha un ovillo, un costalito de huesos y órganos... tan fatigada, tan pequeña y vulnerable... tan en el presente. Me duró un segundo el asombro. Luego me puse a pensar en el tango, en el sonido de los zapatos de los bailarines, en el cúmulo de tiempo que puede caber entre mis canas y la punta de mis pies. Dos latidos. La duración de los segundos debería ser... ¿Quién decidió cuánto dura un segundo?

ARRANQUES I

ÉL: No sabes, he batido mi propio récord: el otro día me hice ocho chaquetas. ELLA: Seguidas... ÉL: No, cuatro en la mañana y cuatro en la noche. ELLA: Ah, órale. (media hora después) ÉL: No inventes, es que no puedo arrancarme el deseo. ELLA: Vas a terminar arrancándote otra cosa.

UNA CITA CON AMJAD

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Hoy tuve una cita con la danza. Cuando salí de nuestro encuentro todo me pareció insulso, qué ciudad tan rara, tan desafinada. Volví a casa y traté de recuperarme de la conmoción. Me di un shot de poesía. Elegí al azar: Antonio Mendoza me abrió Tiempo Despacio. Busqué resonancia y la encontré. He aquí la cita, la segunda: (...) Entonces abro las puertas de la rara ciudad para echarme de menos y duermo En el insomnio mi cuerpo se acostumbra a los vitrales del cielo una lluvia de pétalos deshace su corona y en la luz se disuelven rotos los días: la vida no termina de infestar a mi pecho. Fragmento de La Rara Ciudad Tiempo Despacio, de Antonio Mendoza Editorial Aldus, 1993

LA CITA CON AJMAD, PRIMERA PARTE

Amjad, La la la. Le explanada del Palacio de Bellas Artes estaba tomada por los manifestantes y la lluvia, a punto de aguarles la verbena. Yo, deshaciéndome de ganas por fumar un cigarro. A Gabo se le ocurrió, por qué no, que la explanada era un buen lugar. Y ahí, enmedio de las adelitas y el frente social de no se qué frente antireformaenergética, quise encender mi cigarro pero oh, santa salud protectora de los fumadores, desatose la lluvia y todos, con pancartas o sin ellas, nos fuimos a refugiar bajo el techo de la entrada. Portazo. Nadie entra, los que vienen a la función se van de aquel lado. Guardé mi cigarro, Gabo sacó el paraguas y a caminarle. Como no somos prácticos ni pusimos atención, le dimos toda la vuelta al mamut de mármol y por fin llegamos al único acceso. La gente nos empujaba y yo con el paraguas abierto en el umbral. ¡Ciérralo!, me gritó el Gabo (que es de mala suerte, pensé). Como todo lo que compra el Gabo, su paragüitas Victorinox -de lo más nais- tiene un botón

LA NOCHE

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Si me preguntaran por la noche diría: es una amante que tuve que abandonar. Telefunken, el melómano cuántico. No sé cómo se teje la adoración que los de nuestra estirpe tenemos a la noche. No sabría responder con la certeza del melómano cuántico. Certeza... Falta de certeza diría yo si tuviera que construirme una crisálida para habitar estas horas prestadas, anillos de silencio donde la ciudad se aletarga, mas no duerme. Antes de cumplir las cincuenta canas quisiera fundar un grupo DA -dormitabundos anónimos- para confesar la razón de nuestros vicios nocturnos y los remedios antiguos para las recaídas. No hay hipnosis que cure este desorden que no es de sueño sino de vigilia, porque eso de andar falto de certeza... Uno se expone a que todo lo desordene, hasta la belleza. Entonces la terapia no es para poder dormir sino para dejar de soñar mientras uno aguarda la luz verde, o la roja o la que sea que no se parezca al caleidoscopio amargo del mundo visto a través del prisma de la objetiv

UNA Y YA

Quisiera esta noche dejarme ir en la corriente de una sola frase que me lleve a donde no haya vanidades ni órdenes al servicio de manos invisibles que nada saben de la poesía y que nada oyen de texturas aterciopeladas en el soplo de la trompeta y que nada intuyen de la dualidad que habita bajo las máscaras pues así quisiera hacer una pausa - sólo una para tomar un poco de aire que venga del mundo del afuera o de la sierra o de la llanura de Comala o del pico más alto de un volcán sumergido en el mar y sobre el mar sólo brisa y ritmo lento lento l e n t o quedarme ahí mirándolo todo en silencio porque es verdad que no pasa nada si uno mira bien y que la maquinaria intangible no dirige nuestros sueños porque se alimenta con pesadillas y es verdad que todo es una mera ilusión de este lado de la pantalla y si la miro de cerca son sólo puntos y tinta que no se puede tocar pero es tan sólilda como la única idea innegable que he escuchado en mucho tiempo y es

HELADO

La pelirroja es fan, mi mamá es fan, las amapolas son fans... Hablo del helado de pay de limón que venden justo frente a mi casa, en una heladería discreta y colorida que se llama Helado de los Cisnes. El nombre no le hace justicia al hallazgo pero, en fin, no se puede tener todo en la vida. La pelirroja dice que el helado de pay de limón es tan bueno como el pay de limón deconstruído de Pujol. Aquel no lo he probado pero con este manjar de 12 pesos tengo para abril y para mayo y para lo que nos dure el gusto de su existencia. (Vengan a probarlo. A uno lo atienden los dueños que son la mar de amables, y entonces el helado viene con sonrisa y que pase buena tarde, señorita, señora, asegún.) Decía que el local es discreto y colorido. Está entre una carpintería-plomería-electricista-se hacen todo tipo de trabajos, y un edificio art decó que se desmorona a la menor provocación del aire o la lluvia. Atravesando la calle está la privada donde vivo, a un lado está la sastrería y detrás del mo

ANIVERSARIO

Este blog cumple dos años y no sé cómo se celebran los aniversarios de un blog. Lo único que se me ocurrió es leerlo y hacer una lista de sus transfiguraciones: Un arma contra la llaneza impertinente del mundo. Una tregua para banalizar, porque el oficio del hermeneuta es agobiante aun en silencio. Un puente delirio para la noctámbula que camina descalza en la oscuridad y vuelve a la cama con el cabello envuelto en las luciérnagas de otros delirios. Un frente a frente para asumir que soy una mirada que habla, una de tantas en la blogósfera. Una realidad paralela: me pasan cosas y se vuelven poesía adentro de mi, en algún órgano sin nombre cuyas terminales –dicen los que saben- se hallan entre las uñas de los dedos del pie, el hipotálamo y la punta de la nariz. Un péndulo, el pulso de mis extremos, de la candidez a la desilusión, de la amargura a la fascinación. Una aproximación a la belleza, y sólo eso, un contemplarla detrás del cristal. Una compañía para las noches de vuelo sin parac

TREGUASOLIDARIA

Ella lo sabe. Suelta, deja que pase. Vamos al jardín y volvamos juntas o en pedacitos, pero volvamos. Para Gaby Damián de parte de Alejandra Pizarnik Un fragmento de EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LOCURA [...] De repente poseída por un funesto presentimiento de un viento negro que impide respirar, busqué el recuerdo de alguna alegría que me sirviera de escudo, o de arma de defensa, o aun de ataque. Parecía el Eclesiastés: busqué en todas mis memorias y nada, nada debajo de la aurora de dedos negros. Mi oficio (también en el sueño lo ejerzo) es conjurar y exorcizar. ¿A qué hora empezó la desgracia? No quiero saber. No quiero más que un silencio para mí y las que fui, un silencio como la pequeña choza que encuentran en el bosque los niños perdidos. Y qué sé yo qué ha de ser de mí si nada rima con nada. [...] No me hables del sol porque me moriría. Llévame como a una princesita ciega, como cuando lenta y cuidadosamente se hace el otoño en un jardín.