Entradas

Mostrando las entradas de noviembre, 2006

CÓMO LOGRÓ SU LIBERTAD LA BICICLETA ABANDONDADA

Superada la primera angustia, la bicicleta decidió no llorar ni hacer escándalos. Ya llegaría un mejor amo con verdaderas dotes de ciclista. Al cabo de unos minutos, pasó un tráiler muy cerca y la hizo tambalearse hasta quedar tumbada entre la hierba crecida. Mirando al cielo se descubrió invisible a los ojos de los humanos. Así pasó el resto de sus días en la más feliz oxidación, coleccionando las innumerables formas de las nubes que rodaban por el cielo, probando con su manubrio la acidez de la lluvia, experimentando en su asiento la fría textura de la nieve, y dejando corroer el hule de sus llantas por los rayos del astro rey. (Cada quien sus gustos) DR ©Luza Alvarado

ME GUSTA

Me gusta la mirada distraída de las tortugas, el brillo de los chiles amarillos y el aroma del té de cardamomo con leche y miel. Me gusta cerrar los ojos para que el sol de la mañana me acaricie tibio los párpados, y me gusta el licuado espeso de mango con vainilla, los tatuajes de estrellas de cinco picos en los huesos de la cadera, los aplausos disparejos de los niños al terminar el acto del mago y la voz valiente y aterciopelada de las cantantes negras. Me gusta el sonido del violonchelo en complicidad con el piano, el serpenteo de la cola del gato, las botas bien boleadas de los guardias en Buckingham, las arrugas en las manos de mi abuela y su olor a perfume maderado. Me gusta la Caballeria rusticana de Mascagni, el efecto de rotar inverso de los rines, el zapateado del huapango, la michelada a media tarde calurosa, el olor a tierra mojada en el bosque frío, el café express cortado acompañado de un cuadrito de chocolate amargo, el aroma de las lociones cítricas y las cremas frutal

AGRIO HABITANTE DEL SUEÑO

Estoy harta de sólo nombrar tu crueldad en secreto. Estoy sorda de voces que agotan mi faz quebrantada Soy zumbido en la noche, en la noche de lentos afanes que recuerdan tu huída que todo lo ha hecho pedazos en el sueño estridente que vivo al asirme a tus rasgos Un pesar inefable me embriaga y renuncio en silencio a la sórdida rabia que grita en mi vientre quemado por nada, esa nada que mana tu boca y que yo me creí libertad. Ay de ti que en secreto y de golpe me atrevo en un verso a matarte, a borrar de mi cuerpo los restos del miedo, a volcar el pasado, a vaciarme los ojos de esta rara maleza. Y si sólo supieras que el odio me impide tocarte, nada de mí callaría lo que al fin te confieso en un sueño que ronda el rumor de mi sangre: que no puedo extraviarme, que no atino a esquivarte, que quisiera arrancar de mi piel tu fantasma monstruoso y sombrío. Cuando busques rodear con tus piernas un tronco sin manos que no pueda lindar tu demonio en su abrazo, la quimera será de esa tu alma l

CAMINO

de Francisco Hernández No sé dónde me encuentro Porque no sé dónde te encuentras. No sé si estás desnuda o despierta, Si ríes para alegrarle la vida a la tristeza O si lloras sobre la soledad Matándola de hambre Ignoro si alucinas o callas en voz alta, Si abres las piernas o pisas las hormigas No sé cuántos relojes te persiguen Ni cuál canción has recordado para siempre. No sé nada de ti. Camino a tientas por una calle oscura, Sin palabras, Sin nadie que se deje asesinar, Sin flechas que me indiquen la salida.

YA NO TE QUIERO

Hoy fui testigo de la cosa más extraña. Esta mañana, al salir de casa rumbo al metro, iba escupiendo mentadas invisibles en la cara de la gente, como siempre que necesito culpar a alguien de mi retraso. Dos cuadras antes de llegar a la estación, un grupo de personas impedía la circulación en la acera. Con permiso, llevo prisa qué no ve. Iba abriéndome paso entre chamarras y bolsas mojadas por la lluvia de la mañana. Una mano huesuda me detuvo del brazo: la que no ve es usted. Vieja igualada, pensé. Entonces movió la cabeza para señalar el obstáculo que nos detenía. Giré el rostro y una nube fétida me golpeó de pronto. Era una peste a basura, a orines, a cebo con fermento. Tragué saliva para luchar contra el asco que me subía por el esófago. La mano huesuda me liberó y avancé un poco para observar. Un vagabundo se movía en medio de un charco, temblaba y masticaba palabras en voz muy baja. Era uno de esos loquitos que andan por ahí provocando miedo con su máscara de mugre, con el

DOCE AÑOS

Qué curioso es todo esto. Volver a casa de la abuela después de tantos años me ha puesto ridículo y melancólico. Esta casa, llena de polvo y muebles viejos, me ha puesto así. Cuando mi madre me llamó, tomé el primer avión sin pensarlo. Ha muerto la abuela, no tardes. Ha muerto, como algún día morirá toda la gente que queremos, incluyendo a mi madre, incluyéndote. Por eso no me gusta recordarte, Sara. Por eso dejé mis libros, mis discos, mis cuadernos en esa caja. Pensé que la abuela, conociéndome tan bien, quemaría esas cosas que, ella lo sabía, me pondrían así. Pero no tuvo tiempo y aquí estoy, repasando los días marcados en estos cuadernos con fechas y notas. Doce años, ahora los calculo sin errores, sin concesiones. Han pasado tantas cosas desde aquellas horas que pasamos juntos y que sumadas no dan más de treinta y cuatro días. Cuántas vueltas puede dar la vida en treinta y cuatro días, en ochocientas dieciséis horas. Las suficientes para elegir no volver a vernos, para decidir que

SI DORMIR ES UN LARGO GEMIDO...

Si dormir es un largo gemido, que no se acabe esta noche y su dulce tortura indiferente. Si dormir es un suave y violento gemido de alientos revueltos, que nunca mi sueño perturbe su canto rabioso. Si gemir es ahogar la codicia de besos a ciegas, que me asfixie la noche y me queme su bosque de sombras en llamas, con pardos reflejos ardientes, con húmedas fiebres y manos vehementes. Si dormir es un largo gemido, un turbio lamento de gozo vencido, entonces deseo que nunca mi olvido despierte.