TREN A BARCELONA



Para Gabriel Morales en ésta, la última tarde.

Domingo, estación de Atocha. Lo único que sé es que Marina sale a Barcelona esta tarde. Estoy sentado en el café de la estación, mirando el panel de llegadas y salidas. ¿Cuál será la tuya, Marina? Verte antes de partir, ¡para qué! ¿Cuántas veces debemos decirnos adiós para siempre? Son intentos, pequeñas muertes con cada ruptura. Es mentira que uno se vuelve más fuerte, que uno ya no se va a tropezar con esa piedra. Pero no es verdad, estoy hecho pedazos, regado por todas las ciudades. Puedo trazar un mapa sentimental, un poliedro cursi de aristas dolorosas y ángulos asfixiantes: Hotel de Ville, Independencia,Vizcaínas, Xalapeños Ilustres, avenida Universidad, la Gran Vía, Recoletos... Paseo la memoria por esos lugares y lo veo, lo huelo todo, el ángulo exacto del sol, la canción que sonaba, cuántos años teníamos, el peinado, el vestido, el perfume, cuántos grados centígrados, el rojo de tus uñas, la textura del poster en la pared, las pecas de tu nariz. Todo se vuelve más elocuente que el dolor. El dolor por sí mismo no existe, es hueco y los recuerdos le dan su contorno, es un collar que decora pecho de un espectro. Ya sabes que me gusta caminar a solas por la ciudad, sobre todo los domingos de locales cerrados y calles tranquilas; así puedo poblarlas de nosotros, cuando éramos nosotros. Es un ritual, un sueño a ojos abiertos para amar el pasado y que ya no duela todo esto. Camino profundamente triste, hundiéndome en cada paso, diluyéndome en cada calle, y en cada esquina se me revela una parte del misterio. (Tengo otros rituales, Marina, muchos resultarían vergonzosos si los supieras. Si quedara expuesto sería repugnante, tan débil, tan torpe.) Por eso la pasión es temporal, porque el tiempo de exposición es limitado, porque los encuentros fugaces tienen la duración exacta para que la imagen –la mía y la tuya- no se vuelva grotesca. Se parece tanto a la fotografía. A fin de cuentas es un artificio para atraer a los demás. Pero siempre estamos solos, haciendo la vida, trabando conversaciones para entretener a la existencia mientras llega la muerte. Ahí está: Barcelona, andén 9, tren de las 19:30 horas.

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