SI TIENE COLMILLOS...


La abuela me lo advirtió: si tiene colmillos, aunque parezca amigable, aléjate; y si está herido, no intentes ayudarlo, déjalo ahí. Después de muchos rasguños y desgarres, aprendí a esquivar a los lobos mayores. Pero el otro día me encontré con un lobito de pelo muy brillante, un cachorro encantador, todo sonrisas. Me preguntó si quería jugar con él y acepté. Debí haber entendido que la advertencia de la abuela también incluía a especímenes de menor tamaño.

Volví a casa sin panquecitos y de tanto correr perdí un zapato (que ningún príncipe recogerá porque ellos son más simples y no transitan por el camino largo). Lo único que alcancé a meter en mi canasta fue el pedazo de corazón que el pequeño carnívoro no se comió. Le mandé una carta preguntándole qué era lo que no le había gustado, si la consistencia o el sabor. Afiló las garritas, escribió la siguiente nota y me la mandó por correo: "Me gustó muchísimo, me lo hubiera terminado pero en mi barriga no caben raciones tan grandes. Besos, Lobito."

Comentarios

Anónimo dijo…
Lobito menso.
Es lo bueno de tener un estómago grrrandeee al que le caben muchos sándwiches de malvavisco.
Lo malo es que no nos comemos los corazones de los demás...
Lo bueno, debería decir.
Las sabias tortugas y la vida están de nuestro lado.
Mi abrazo más cursi para Lalutza, a quien adorrro.
Dylan Forrester dijo…
Cuena metáfora. De todas maneras, cuidado con el lobo, Caperucita.

Saludos...