Contraindicaciones

Foto: Couture Fashion

Hágase la vida miserable, crea en la publicidad. Mire revistas de moda, pero no abuse, con quince minutos diarios es suficiente para hacer de su cuerpo un saco de mudas lamentaciones maquilladas de polvo blanco, justo ahí donde se adivinan el paso del tiempo y el insomnio. Tiña sus ideas de mechones rubio aspiracional número 32. Ande, contribuya con el sistema. No se comporte como feminista gorda peluda y malcogida, no sea una izquierdosa comunista de ideales trasnochados. (Ay, esas sectas que manipulan mentalidades...) Evítese la pena de ser señalada y tenga a bien enfundar su carne en alguna talla inventada por quien le cobra para hacerle sentir la sofisticada crueldad del racismo. Siga por la derecha, no cuestione, calladita se ve más bonita. Y sufra, sufra hasta que sea insoportable. Después, tome su cartera y corra al centro comercial. Nada mejor que aliviar la angustia con una sesión de consumo. Porque usted lo vale. Perdón, lo merece. Sí, usted que sigue las telenovelas mientras pide a dios el circo nuestro de cada día.

Pero no se ofenda, es comprensible que después de lustros de adoctrinamiento uno busque algo de... ¿Reconocimiento? ¿Entonces se trata de ser distinto? Vaya, el rock de los rebeldes ya pasó de moda. Los actores, futbolistas y cocineros ya han copado los escaparates televisivos. Pero... ¿Qué le parece la vida del "intelectual"?
Ya está: asista a cuanta exposición y presentación encuentre, vea cine de arte y opine, aunque no entienda nada. Si le preguntan y no sabe, descalifique la obra con su bien afilado dedo señalador de mierda a destajo. Vístase de "modernito", imposte la "e", chifle la "s", frunza el ceño, hable pausado. ¿No conoce a la gente correcta? Sígalos en twitter, rastree sus pasos y beba con ellos, si es posible, en exceso. No me diga que le cuesta trabajo leer un libro completo. Pero si no hace falta: memorice la cuarta de forros, repita la crítica del suplemento del domingo, rente la película. Haga lo que sea por formar parte de un grupo taquillero. Y cuando llegue a casa, quítese la máscara para sufrir a sus anchas. Porque también usted lo vale. Después, tome su cartera y corra al centro comercial. Nada mejor que aliviar la angustia con una sesión de consumo...

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