Al grito de paz


La cita fue a las 7:00 pm en Plaza Italia. Llegamos puntuales pero estábamos desperdigados, buscándonos entre el resto de los transeúntes. Uno de ellos se quitó la chamarra dejando ver una playera que decía México, nos acercamos a él y nos presentamos. Nadie se conocía, todos nos habíamos enterado por distintas fuentes. La convocatoria, para sorpresa de los que ahí estábamos, la lanzó Rogelio, un estudiante mexicano de 17 años, quien llegó unos minutos después muy emocionado, pues había ido a comprar una bandera. También traía una pancarta: "Mexicanos al grito de paz". Enseguida se nos unieron dos jóvenes chilenos: un amigo suyo (cercano a Juan Francisco Sicilia) les pidió que fueran. En total éramos nueve. 



Estaba anocheciendo, así que nos dimos prisa para alcanzar un poco de luz. Nos ubicamos primero en la rotonda, cerca de un reflector. Ninguno de los ahí presentes teníamos experiencia organizando protestas o marchas, tampoco nos conocíamos de antes, pero no importó porque había una causa, un deseo, un objetivo en común. En cuestión de minutos armamos nuestras tres consignas:
No más balas, queremos paz. 
Queremos justicia, ni un muerto más. 
Que viva México, que viva en paz.

Al poco rato llegó un reportero que nos tomó algunas fotografías. "Son muy pocos", dijo, "sería bueno que se juntaran más para la próxima, porque va a haber otra, ¿cierto?". Sus fotos estaban buenas, pero la mexicana que le tomó sus datos dice que hasta ahora no ha enviado ninguna, tampoco ha aparecido nada en los medios locales. 

Estuvimos en la rotonda hasta que cayó la noche. Entonces alguien, no sabemos quién, apagó el reflector que estábamos usando para iluminar la bandera y las pancartas. Nos mudamos calle abajo para apostarnos en uno de los principales cruceros peatonales de Santiago. Ahí continuamos con la protesta y las consignas, algunos transeúntes nos tomaban fotos, otros gritaban "¡Viva México, cabrones!"; no fueron pocos los que se acercaron para preguntarnos qué tan grave estaba la cosa. Se sorprendían cuando les hablábamos de 35 mil muertos, de los periodistas desaparecidos, de las familias desplazadas, los pueblos fantasmas y los niños sicarios. 

Un maestro de la facultad de Derecho se acercó y nos propuso organizar alguna conferencia, con expertos en el tema, sobre lo que está ocurriendo en México. Nos encantó la iniciativa. (Si saben de alguien que quiera venir a hablar sobre el tema, bienvenido.) Lo cierto es que acá la mayoría de la gente sólo sabe que hay violencia y narcotráfico, pero no están muy enterados de la gravedad de la situación. Acá nadie la llama por su nombre, guerra, porque los diarios la consideran violencia delincuencial (sic).

Estoy convencida de que lo poco que hicimos es apenas un comienzo. Sé que si nos organizamos mejor, podremos hacer una marcha o una manifestación más grande (hay más de mil mexicanos en Chile, la mayoría vive en Santiago) y, sobre todo, podemos armar acciones más significativas. Como dije, esto es un comienzo. Ojalá que este pequeño grito de luto y de coraje llegue a quien tenga que llegar.  Nuestra solidaridad está con las familias de los muertos, con los huérfanos, los desplazados, los amenazados, los periodistas desaparecidos.  Ojalá que llegue nuestro mensaje a sus oídos. Y no me refiero a los oídos de nuestros fallidos gobernantes, sino a los de los ciudadanos. Porque necesitamos despertar, sacudirnos la apatía, que no es sino una de las muchas caras del miedo. Necesitamos dejar de tener miedo y recordar que nosotros, cuando conformamos un verdadero Nosotros, tenemos el poder para cambiar el rumbo.

Comentarios

ENRIque Figueras Morales dijo…
Te felicito, les felicito. Me alegro que hayan salido a la calle y desde luego que su voz se escuchó en México. Los ciudadanos la escuchamos y en este momento creo que se trata, como dices, más de un nosotros.