Oración de una mantis religiosa

Hace poco tuve la fortuna de presentar mi libro en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Hidalgo. La poeta América Femat leyó este texto (después publicado en La Jiribilla, de Xalapa), que me dejó muy conmovida por su capacidad de transcribir muchas de las sensaciones que yo tuve al escribir el libro. Gracias, América, por tu lectura transparente y generosa. Es un regalo para mí.


Oración de una mantis religiosa

Luza Alvarado nos regala un estremecedor poemario titulado La realidad, y es así que la realidad transfigura las máscaras

Por América Femat


Un poemario dividido en tres secciones:
1) Variaciones sobre el cuerpo de Jesús
2) Los Sindientes
3) La Suria

Desde los primeros poemas en La realidad, podemos apreciar una obra que se sostiene de varias temáticas centrales y que pone a girar la rueda de la fortuna humana. Digamos que son temas perturbadores, laberínticos y que oscilan entre la bandera del miedo, la insatisfacción, la soledad, la religión, la sexualidad, el amor, la madurez, la traición; entre otros.

Y es así como la poeta nos regala su universo ideológico que se estrella con la realidad de uno mismo, como diciendo "tú también estás aquí, en el laberinto de ti mismo". Lo interesante, aún más, es la propuesta a esta misma ruptura. Poner sobre la mesa las visiones de una realidad un tanto gastada, viciada, áspera, ilusoria. La ideología y la moral se ponen en tela de juicio, se entre dejan ver por el rabillo del ojo, espejo de infinitas almas.

Cuando siento miedo me encomiendo a él, a ellos A este Jesús le rezo sagrado corazón, a aquél le pido señor mío y al otro le reprocho el amor negado. Mi lealtad es una en todos. En sus corazones te busco para que me salven de tanto querer y no alcanzar.

En este y en otros poemas, sentimos las contradicciones de una religión que no es congruente con las necesidades del vulgo, pues ante la modernidad, la religión se encuentra intacta y la moral es una herramienta de culpa y abismos. Así también lo es el amor como un eje y origen de todos los males. En su imaginario, la poeta nos revela la búsqueda de él, –una redención–, pero siempre la culpa. ¿Habrá camino para la redención en esta constante? Yo no lo sé, pero el amor es el sentimiento más grande.

Creo en el amor antes de haber visto o tocado. Los que han cerrado conmigo la llaga de otras muertes, se han ido. Los que ocultaron las heridas, al final las mostraron para culparme. 
(...)Por eso vuelvo a ti Jesús, porque tu yugo es bueno y tu dominio suave. Porque somos uno en el dolor, el amor más antiguo y profundo.

El amor y el dolor aparecen como universos poéticos e ideológicos que estuvieran en coalición, es decir, dos adversarios contra un tercero: la poeta. Con destreza, ella logra aprender y aprehender el leguaje para dialogar o iniciar la batalla con el mundo y su males. Un poemario bien plantado, trabajado con destreza poética e ingenio, donde el lenguaje cobra sentido para denunciar los malestares de toda alma, –la grieta de los corazones–. Es ahí precisamente donde inicia la batalla del lenguaje, donde su fin último es armonizar la redención. Y es que todo cambio precede a una ruptura. ¿No es acaso lo que pretende la autora de La realidad?

( …) Yo también lloraba a veces, junto a su cuerpo en la cama.
No es que no fuéramos felices, era el olor que me recordaba
A las rezanderas llorosas, a sus perfumes de violeta y talco trasnochado
Sobre la piel sudorosa de chisme y letanía(…) 


En el poemario, podemos percibir los aromas de la nostalgia, de la soledad, de los recuerdos de historias pasadas; la realidad se viste de flores con coronas blancas en velatorios. Un poemario, repito, estremecedor, inteligente. Se distingue por la singularidad de nombrar el mundo y sus pertenencias en prosa poética. El ingenio que le merece es un espejo claro para cualquier lector. Así, en el apartado “Los Sindientes”, la crueldad, el desazón, la insatisfacción, la esclavitud y algunos milagros como el amor son su raíz temática

Por qué no se amputa el corazón, preguntó el médico, así puede seguir amando sin decirse la verdad. No importa que el zumbido me vuelva loco, dijo el sindientes, los amorosos siempre sonreímos.

El amor como un país lejano, desconocido. Así la autora hace referencia a los amorosos de Jaime Sabines, amorosos que somos todos. Esta incidencia de señalar el amor vacío de todos –los Sindientes– y de tener tan presente a la religión como punto de partida, frente a una fe retorcida o más bien, ¿será la realidad?

Fui encontrando a Jesús desmembrado (…) He ido juntado los pedazos y los ofrezco en exvotos de alpaca. Tengo fe: nuestros cuerpos serán restituidos. El prodigio se completará cunado nos encontremos y ya no podamos reconocernos.

En La Suria, último apartado de este poemario, la prosa poética se viste de una vertiginosa narrativa que se adentra en laberintos muy profundos, aquellos que el alma presiente pero no se pueden vislumbrar. Es fascinante cómo Luza Alvarado rescata del inconsciente aquellos patrones de conducta que nos hacen tan vulnerables, indolentes ante uno mismo y, por ende, ante el otro: el desazón, el miedo, la herencia, el desamor, la insatisfacción, el vacío.

Como anécdota, quiero compartir algo que me sucedió entorno a este libro y particularmente al último apartado del poemario. Hace un par de años, este singular poema en prosa, “La Suria”, pude leerlo en una revista llamada Tierra Adentro. Sin conocer a la autora, en ese entonces, me aventuré a su creación. Resultó que este texto se quedó bien grabado en mi psique, disfruté mucho de su lectura. Años después y en el presente, el libro de Luza llega a mí, ahora como presentadora de La realidad. Ha sido para mí una agradable sorpresa encontrarme con este apartado final, –fue maravilloso–. Inmediatamente pude conectar con el recuerdo, rescatarlo de la memoria, y vino a mí la resonante lectura cargada de muchas emociones que me identificaron con su universo poético, así como la primera vez.


Tengo hambre, te dije. Tengo hambre todo el tiempo, cuando dejé de comer carne con el alma me nació un frío que sube desde el vientre hasta el esternón (…)

Nos quedamos sin caricias, sin palabras para atravesar la realidad.

Tengo hambre, te dije, pero ya no tenías puentes para responderme. De puro pavor te cerraste para no ver la insatisfacción que me ponía las mucosas color púrpura(…)


Una constante en el poemario es el sentido del gusto y el olfato: los aromas, las flores, las imágenes con sabor a sensualidad y religiosidad que se precipitan casi siempre en el vacío del miedo y la insatisfacción.

Me amarré las manos con la correa del gato y me tragué la pastilla para domesticar el miedo. Entonces tuve un sueño de lavanda y azhar. Yo me acercaba a oler las flores, pero en lugar de néctar salía pus (…)

Para finalizar, quisiera añadir que el leguaje de La realidad se basa en las contradicciones de la vida, la lucha que todos enfrentamos día con día para alcanzar la felicidad. Algunas veces, Luza nos enfrenta contra nuestros demonios, o con los suyos –algunos dirán–, lo cierto es que se agradece su lenguaje. Una poesía que explora la sensualidad del cuerpo femenino y masculino; los enfrenta, los enreda para hacerlos caer al vacío involuntario, una caída necesaria para toda persona que busca cambiar, es la constante por la redención; conducirse hacia la virtud o el vicio, así de contradictorio y maravilloso como el apetito de una mantis religiosa.


Mis felicitaciones, Luza, por tu labor en este dinámico poemario.

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